Antonio Altarriba en Heraldo de Aragón 

Heraldo de Aragón | ANTÓN CASTRO

El zaragozano, creador de ‘El ala rota’ y ‘El arte de volar’ y estudioso de los tebeos, recibió el Gran Premio del Salón de Barcelona

«Sigo instalado en una nube y tengo la sensación de que levito a quince centímetros del suelo», dice Antonio Altarriba (Zaragoza, 1952), desde Barcelona. Ayer recibía el Gran Premio de la 37 edición del Salón del Cómic de Barcelona. «Llevo unos cuantos años en esto, estudiando y redactando guiones, colaborando con mucha gente, y notas una corriente de afecto y de complicidad que emociona», insiste. Agrega: «Me habían llevado un poco engañado. Me habían dicho que me iba a entregar un premio, y yo veía que no me llamaban y no me llamaban, y empecé a mosquearme o a olerme la jugada. Casi me quedo sin habla».

Explica también que de lo que más orgulloso se siente no es exactamente de su obra –y es el autor de títulos imprescindibles como ‘El arte de volar’ y ‘El ala rota’, con Kim, o ‘Yo, loco’, con Keko, que era la continuación de ‘Yo, asesino’–, sino del reconocimiento que han cobrado los tebeos en todo el país.»Vivimos un momento extraordinario, y Aragón es un magnífico ejemplo de ello», subraya.

«Sigo instalado en una nube y tengo la sensación de que levito a quince centímetros del suelo», dice Antonio Altarriba (Zaragoza, 1952), desde Barcelona. Ayer recibía el Gran Premio de la 37 edición del Salón del Cómic de Barcelona. «Llevo unos cuantos años en esto, estudiando y redactando guiones, colaborando con mucha gente, y notas una corriente de afecto y de complicidad que emociona», insiste. Agrega: «Me habían llevado un poco engañado. Me habían dicho que me iba a entregar un premio, y yo veía que no me llamaban y no me llamaban, y empecé a mosquearme o a olerme la jugada. Casi me quedo sin habla».

Explica también que de lo que más orgulloso se siente no es exactamente de su obra –y es el autor de títulos imprescindibles como ‘El arte de volar’ y ‘El ala rota’, con Kim, o ‘Yo, loco’, con Keko, que era la continuación de ‘Yo, asesino’–, sino del reconocimiento que han cobrado los tebeos en todo el país.»Vivimos un momento extraordinario, y Aragón es un magnífico ejemplo de ello», subraya.
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«Cuando en 1981 quise hacer mi tesis doctoral me costó encontrar a quién me tutelase. Y durante años, en el ámbito académico y universitario, he sentido la marginalidad, la incomprensión y las dificultades e incluso el desprestigio. Eso se ha solucionado y ahora el cómic se ha introducido en la didáctica escolar, los profesores lo incorporan en su currículo y se leen en torno a 30 tesis doctorales al año en España», añade Altarriba.

Dice que seguirá trabajando y apostando por la claridad, la energía narrativa, y por «la innovación expresiva, por el uso de todos los recursos posibles porque esta es una disciplina abierta y por la crítica respecto al mundo del arte». Está feliz, también, por el gran eco de las historias de sus padres: ‘El arte de volar’ y ‘El ala rota’, que tantos éxitos le proporcionan.

«¿Que qué pensarían mis padres? Sospecho que no se lo creerían del todo, pero mi padre estaría muy feliz. Me decía siempre: “Esto lo tienen que conocer los más jóvenes”. Él creía en la transmisión. Y además pienso que le harían mucha ilusión algunas historias que le he inventado. De mi madre recibiría un buen rapapolvo y quizá me dijese: “Pero, hijo, ¿era necesario que contaras estas intimidades?”. A la vez, pienso que estaría contenta de que las mujeres de hoy y de generaciones anteriores supieran cómo han vivido, sentido y sufrido nuestras bisabuelas», dice Altarriba, feliz, entusiasta y sin mostrar cansancio alguno, aunque lleva ya dos días casi agotadores de entrevistas.

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